
Una tarde de octubre, me regalaron a una mascota para que me acompañara en mi niñez, a mis cortos cinco años de mi vida recibía por primera vez un perro, con el objetivo de criarlo, cuidarlo y por sobre todo amarlo.
Que impresionante como pasaron los años, que impresionante como comprendiste mi alegría, como llegaste hasta ser mi pañuelo de lagrimas en los momentos mas difíciles,
Ese instinto que solo tú aspirabas por tu nariz, tus sentidos preocupados cuando yo me contagiaba de la melancolía, momentos precisos, y tus pelos absorbían cada lágrima derramada como una esponja en el desierto y dejando tus pelos cómplices como testigo en mi pecho.
Cuantas de las tantas malas rachas tuviste que aguantar de parte mía, y que siempre me desquitaba llamándote la atención por alguna incoherencia, muchas veces en vida te pedí disculpas susurrando a tus puntudas orejas, que por cierto movías la cabeza de un extremo al otro por la delicadeza de tu tímpano.
Nos vimos crecer mutuamente, nunca dejaste descendencia canina, quizás fue por que tu eras único, hasta publicaste un álbum de fotos tuyas dentro de la familia.
Infaltable en la bohemia de mis amigos que siempre fueron tus amigos, anécdotas hay muchas, momentos imborrables, inolvidables como tus ojos que parecían dos uvas maduras. Tu pasión por los dulces, específicamente con los chupetes, era la sonrisa y luego la carcajada que me invadía
Cuentan por aca que visitabas reiteradas veces en el día mi habitación, esperando la rutina de acariciarte, buscándome en cada rincón de la casa, olfateando mi recuerdo de la procedencia que quedo antes de irme de casa.
Quizás me estabas buscando para despedirte, pero nunca me pusiste encontrar en el final de tu camino, perdóname por no cumplir mi promesa que te hice en mi niñez de sepultarte yo mismo, me esperaste y yo no pude llegar.
No pude despedirme como lo ameritaba, explote en lagrimas tu partida en la distancia y hoy donde físicamente dejaste de existir te doy un homenaje, un agradecimiento por estos quince años que me entregaste alegrías en mi vida, aunque ocupas y ocuparas por el resto de mis días la mayor parte de mi corazón.
Se feliz y cuando yo deje de existir, arreglaremos cuenta en el cielo, espero que me esperes moviendo tu cola como en los tiempos mozos, esa cola asesina que cuantos vasos damnificados dejo en los años.
Todos los perritos se van al cielo, espérame, tarde o temprano llegare…
Que impresionante como pasaron los años, que impresionante como comprendiste mi alegría, como llegaste hasta ser mi pañuelo de lagrimas en los momentos mas difíciles,
Ese instinto que solo tú aspirabas por tu nariz, tus sentidos preocupados cuando yo me contagiaba de la melancolía, momentos precisos, y tus pelos absorbían cada lágrima derramada como una esponja en el desierto y dejando tus pelos cómplices como testigo en mi pecho.
Cuantas de las tantas malas rachas tuviste que aguantar de parte mía, y que siempre me desquitaba llamándote la atención por alguna incoherencia, muchas veces en vida te pedí disculpas susurrando a tus puntudas orejas, que por cierto movías la cabeza de un extremo al otro por la delicadeza de tu tímpano.
Nos vimos crecer mutuamente, nunca dejaste descendencia canina, quizás fue por que tu eras único, hasta publicaste un álbum de fotos tuyas dentro de la familia.
Infaltable en la bohemia de mis amigos que siempre fueron tus amigos, anécdotas hay muchas, momentos imborrables, inolvidables como tus ojos que parecían dos uvas maduras. Tu pasión por los dulces, específicamente con los chupetes, era la sonrisa y luego la carcajada que me invadía
Cuentan por aca que visitabas reiteradas veces en el día mi habitación, esperando la rutina de acariciarte, buscándome en cada rincón de la casa, olfateando mi recuerdo de la procedencia que quedo antes de irme de casa.
Quizás me estabas buscando para despedirte, pero nunca me pusiste encontrar en el final de tu camino, perdóname por no cumplir mi promesa que te hice en mi niñez de sepultarte yo mismo, me esperaste y yo no pude llegar.
No pude despedirme como lo ameritaba, explote en lagrimas tu partida en la distancia y hoy donde físicamente dejaste de existir te doy un homenaje, un agradecimiento por estos quince años que me entregaste alegrías en mi vida, aunque ocupas y ocuparas por el resto de mis días la mayor parte de mi corazón.
Se feliz y cuando yo deje de existir, arreglaremos cuenta en el cielo, espero que me esperes moviendo tu cola como en los tiempos mozos, esa cola asesina que cuantos vasos damnificados dejo en los años.
Todos los perritos se van al cielo, espérame, tarde o temprano llegare…
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